Dusty Letters

Sólo... emocionense
La secuela
Lo mejorcito de nintendo
martes, 28 de agosto de 2007
::: V :::
Todo me daba vueltas. Me dolían hasta la más ínfima idea de pensar. Era gracioso, en serio, todo me era gracioso. La música, los demás cuerpos alborotados, los colores de la pista de baile y el humo del cigarrillo y otras sustancias incendiables danzaban al unísono con mi mirada que sólo buscaba a una persona. El Gato era el mejor proveedor de drogas que jamás se haya conocido, y a mí me las dejaba a un precio especial, único, a cambio de alguna que otra caricia bajo las sábanas. Tener esta edad, este cuerpo y ser niña y mujer a la vez tiene miles de ventajas, y una de ellas era el amargo éxtasis de tener kilos y kilos de aquellas bellas hojitas verdes, pastillas con sonrisa y algo de sexo gratis…
Aunque nunca, nunca debía acercarme al gato sobria, por ello ya me había bebido unos cuantos litros de ron al seco, sin previa comida, como se dice, “directo a la vena”. Mi estado ya era deplorable, pero quería verlo, como dos enamorados que viven a una distancia inconmensurable, como si de verdad sintiera regocijo estando con tal patético ser humano, quizás era sólo por la pasta, quizás sólo por una necesidad física, quizás, sólo… sólo lo quería y ya.
Doblé por el pasillo a duras penas para llegar a la sala principal: Era horrendo, todos drogados y bailando casi desnudos, pasaban de un grado de euforia a uno de excitación con una rapidez sorprendente, y lo vi, allí estaba el gato, con sus ojos negros, su ropa extravagante y obviamente su gran capacidad vocal, estaba sumergido en los brazos de una chica delgada, sin mucho atributos, de gafas y cabello largo. Parecía como si se movieran en cámara lenta, efecto de las luces intermitentes que me provocaron dar más de un desliz antes de poder reconocer que estaban fornicando en medio de un sofá largo, rojo, de cuerina barata, como al ritmo de la música. Me sentí bastante mal, saqué los condones vírgenes de mi bolsillo y los arrojé al suelo: ya no daba más, caí de bruces y acto seguido comencé a vomitar.
¿Era la escena o era yo la deplorable? Nadie podía contestarlo y nadie se esforzaría, todos seguían bailando su monótona canción sexópata, mientras todo se me oscurecía, todo, todo, todo. Faltaban pocos segundos para mi segundo amanecer, mientras a la distancia se oscurecía mi última mirada al gato envuelto en delirio, sudado, gozando lo que jamás se me podría quitar de la mente.
La música se detiene y lo que se escucha da miedo. Sólo ruidos extraños y monosílabos se expanden por todas partes y quiero salir de allí, la energía sexual me atrae y me dan ganas de llorar y de bailar con alguien un lento, pero con alguien que en serio me tome en cuenta, con alguien que de verdad sepa que debo salir de esto, pero no tengo fuerzas… no, no las tengo y te amo. Te amo gato mal nacido. Llorar no bastaba, necesitaba salir de allí. A duras penas, con todo el vago esfuerzo que quedaba en mis delgados músculos me arrastré, resbalé en ocasiones, otras anduve de rodillas, buscando la puerta principal… Sólo encontré la cocina, donde habían más tipos a los que no les importé en lo más mínimo. La llave del gas me miraba con recelo, sentía su miedo, y un miedo justificado: le abrí de par en par y en pocos segundos, muy pocos, saqué mi encendedor, el dios de todos mis “viajes”, de todos mis delirios y todas mis rabietas, el alfa y omega de mi triste realidad, acabó con todos, todos, todos ellos. Ninguno se salvó. La casa voló en pedazos con una energía superior a la del Little Boy, con la energía del odio, de la rabia que siento, quizás la tristeza, quizás sólo la desolación de esta chica que vaga en busca de lo que nunca tuvo en este, tu mundo, una razón certera para sentirse viva, una razón para vivir.
posted by [Dean Stark] @ 15:59  
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Tengo 17 años y acabo de salir del colegio. Me falta la P.S.U. y luego debo trabajar =)
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