Dusty Letters

Sólo... emocionense
La secuela
Lo mejorcito de nintendo
martes, 28 de agosto de 2007
::: VI :::
Era fácil mi tarea y la de todos. Era simplemente llegar a la hora a las clases, pero yo no puedo. Sencillamente no puedo, quizás sea por mis constantes intentos de suicidio, las rabietas que se producen en mi casa, el vacío que se rellena con drogas y más y más alcohol, o simplemente, vivir aislado en medio de la carretera de la provincia vecina.
Me levanto con dificultad, frío y mucha somnolencia cerca de las cinco y media de la madrugada, sin ánimos de nada, como un zombi que patina por el piso, refugiándose en las sombras buscando alguna cosa motivadora que haga que mi cerebro mande fuertes señales a mis cansados músculos para que se muevan y para que lo hagan rápido. A penas si tomo desayuno cuando puedo, o cuando me dejan, y salgo como un loco a perseguir a un bus que suele salir a la hora que se le antoje y dejar a quien se le antoje una hora y algo esperándolo.
Casi siempre es allí donde debo determinar qué camino de la bifurcación he de tomar: si bien me alimento, pongo la tetera de hierro y me tomo una taza de café o bien simplemente me quedo sin nada y tomo el bus para llegar hora y algo antes del comienzo de la jornada. Por desgracia no puedo escoger las dos, por desgracia, nadie logra comprender eso. Escogí mal, pero lo hice por mi propio bien.
Estaba mal, como un loco, tratando de rectificar mis malos actos, por ser un hombre de “bien”, un hombre digno de renombre, alguien de confianza, un chico común, un simplón estudiantil, pero no podía pasar más tiempo sin volver a ponerme una jeringa bien cargada del más dulce éxtasis del olvido. No tenía ni un maldito centavo, y ya no estaba en la edad de andar robando como antaño. Entonces… simplemente lo hice. Déme la cartera y no le pasará nada. Créame. A mi nada me pasó las trece veces que fui asaltado. Créame. Pero no hubo caso. Tuve que matarla fría, pero rápidamente.
Llegué tarde, con los ojos rojos, bien abiertos, con la herida punzante inexperta en el violáceo brazo hinchado, sudando frío y sin una exacta razón para permanecer en la escuela. El inspector comenzó a reprenderme, nuevamente. No podría llegar tarde ni un día más. Y se lo prometí, sí, a un desconocido que me preguntó cuántas veces me masturbaba al día, cuántas veces tenía que repetirme que no llegara tarde, cuántas veces le iba a seguir poniendo cara de inocencia.
Notó mis manos manchadas de sangre y entonces no pude evitarlo. También tuve que usar a Rebeldía contra él, mi cuchilla favorita.
Corrí a buscar mi pase escolar con el pase de ingreso firmado con sangre y una explicación tonta fue suficiente. Llegué a la sala sudado y mientras todo me recordaban que no tenía horario de ingreso como un gerente, me desplomé en el asiento y me quedé quieto, como mirando un horizonte cada vez más lejano, mientras iba sintiendo cómo mis músculos volvían en sí, cómo cada célula de mi cuerpo anhelaba entrar en coma otra vez y cómo los gritos de escándalo llegaban cada vez con más fuerza a mis oídos, y nuevamente como un zombi que patina sobre el suelo refugiándose en las sombras, volé por los pasillos mientras todos trataban de detenerme, floté sobre las escaleras empujando a quien interfiriera en el camino y finalmente intenté volar hacia un destino nefasto, por llegar tarde, una vez más.
posted by [Dean Stark] @ 16:19  
1 Comments:
  • At 2 de septiembre de 2007, 0:14, Blogger MR. Saturn said…

    wow... k buen cuento
    siga creando chiko morales, asi despues se gana un pulitzer ... o como se llamen o kisas un premio de la "telenovelas" como nuevo surgimiento
    adolecente literario jajjaja
    saludos!!!

     
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Tengo 17 años y acabo de salir del colegio. Me falta la P.S.U. y luego debo trabajar =)
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